Las nubes se deshacen sobre nosotros, y el insoportable calor estival se ve obligado a huir... al menos por un tiempo. Las gotas de agua impregnan de nostalgia cada molecula de mi cuerpo mientras desde la ventana observo crecer los charcos de la calle. Me aborda por sorpresa un recuerdo de la infancia, cuando en clase querias ir al baño, y tenias que recordar como decirlo en euskera, porque sino ahi que te quedabas, retorciendote en la silla con la esperanza de poder aguantar y no mojar el pantalon.

Y en el baño. En el baño habia tazas para beber agua, y recuerdo lo mucho que me gustaban, el agua sabia mejor en ellas. Y ahora estaba segura de que esas tazas serian igual que cualquier otra, probablemente incluso feas. Y si no, porque iban a estar en un pequeño baño de infantil?

Igual que las tazas del hospital cuando visitaba a papa. Una tenia vacas y de las otras no me acuerdo, pero la ilusion que me hacia elegir una para beber aun la llevaba pegada a la piel. Y no importa lo feas que fueran esas tazas, porque me encantaria tenerlas ante mi en este mismo instante, porque las recordaria como recuerdo la pregunta que siempre hacia el esfuerzo por recordar "komunera joan naiteke?". Horrendas o no, esas tazas serian unos tesoros que guardaria toda la vida. Como tantas otras cosas con las que aferrarme a esa alegria, esa ingenuidad de ser un criajo de esos que tanto aborrezco probablemente por envidia...

Ser capaz de jugar a ser Harry Potter, sentarme en una mesa llena de nieve y prestar atencion a la profesora McGonagall, porque alli estaba ella, yo aprendia transformaciones, yo la veia, y luego visitaba a Hagrid en su cabaña, y le entregaba el mensaje de Dumbledore, miraba hacia arriba, definitivamente Hagrid era tan alto...

La verdad es que muchos de los que me oyesen relatar todo eso dirian algo como que menos mal que ya somos mayores y fijate tu lo tontos que llegabamos a ser. Y yo... yo no hay cosa que mas pudiese desear que ser aquella niña con un increible mal gusto para vestir, a la que no le importaba como llevar el pelo o no hacer amigos porque con la imaginacion hacia magia. Enamorada de Ash Ketchum y Dimitri, dibujos en una pantalla de television; eligiendo que ser en un futuro tan lejano que no importaba decir disparates....

-Que quieres ser de mayor?
-Agente secreto!
-Aah! pero entonces ya no es secreto!

Paleontologa como los de Parque Jurasico, pintora, veterinaria o peluquera... podias serlo todo.

Aun hacian ilusion los Reyes Magos... Aun te costaba dormir la noche anterior a tu cumpleaños... Las sales de baño eran escamas de dragon, y el gel azul sangre de unicornio, que mas podias desear?

Y si, no te das cuenta de lo mucho que tienes hasta que lo pierdes... las exigencias de tu desarrollo en la vida te lo quitan de las manos. Por eso ahora lo daria todo por volver a disfrutar una victoria a los tazos, o por sentir el remordimiento de robar la pegatina del mono de terciopelo a Clara mientras dormia durante aquellas vacaciones a Zamora.

Se que pasar las horas nadando en las memorias del pasado no te permite disfrutar de lo que se te presenta ahora, del presente, del momento; pero yo me sumerjo cada vez mas en ellas, tanto que a veces me olvido de respirar mientras mi vida pasa y yo ni siquiera quiero prestar atencion.

Si notas algun timbre de emocion en mi voz estos dias te daras cuenta de que estamos rememorando algun suceso de la infancia.
Que pasa? Tan buena fue? Tan horrible es mi juventud, mi vida actual?

No lo se, y si alguien quiere contestar por mi, adelante.

Todo al veintiuno rojo

Habia anochecido y Zach seguia recostado sobre su cama sin intenciones por encender la luz ni por dormir, con la mirada perdida en la oscuridad de la desordenada estancia.

Zach sabia que la seguridad de la que siempre se habia sabido dueno se la estaba robando aquella pelirroja de ojos grises. Trataba de ignorar la culpabilidad que comenzaba a despertar en su interior y a respirar con fuerza, impregnando cada recoveco de su cuerpo con ese aliento que apestaba a verdad, a una verdad en la que el no creia -no queria creer-. Sencillamente el jamas se permitiria apegarse a nadie, y por primera vez, se le estaban callendo las afirmaciones y asaltandole las dudas.

No, lo que debia hacer era alejarse del magnetismo de aquella tormenta pelirroja, soltar las cuerdas de ese juego que el mismo habia empezado y que comenzaba a inundar su cabeza de majaderias impermisibles. El, que siempre habia sabido encontrar los hilos de cualquier mujer y convertirla en una simple marioneta. El, el chico de hielo que sin apenas proponerselo podia derretirte con el solo roce de su piel. Nadie iba a atravesar aquella coraza de hierro y desordenar su interior tan deliberadamente.


Quien no sabia ya el dano con el que habia tenido la existencia de Alex? Pero el se lavaba las manos, porque no recordaba haber dicho o hecho nada que diesen motivo a quererle. Aunque al parecer, a quien necesitar no se elegia premeditadamente, un dia tropezabas con una piedra y derrepente te veias callendo una y otra vez incapaz de retirarla del paso. Frustracion.

Y a pesar de haber derrochado su tiempo con Alex mas que con cualquier otra, por lo que deberia ser mas facil desprenderse de ella por puro aburrimiento, no lograba decir hasta nunca, incluso sabiendo que eso le ayudaria a ella a olvidarle... O quizas era precisamente aquello lo que el no soportaba pensar? La ausencia de su nombre en la mente de ella se le antojaba insoportable y se le hacia un nudo en la garganta cada vez que dejaba volar su imaginacion y veia a Alex feliz con otro al que no le importaba, sino que, es mas, que ansiaba estar con ella aunque tan solo fuese para dar un paseo a su lado.


Se sentia por primera vez, un egoista, que habia enganado a tantas habian caido en su red con otras cuantas mas, sin cara, ni nombre, ni importaba. El no queria pasear de la mano de Alex, ni ir al cine con ellla, ni prepararle una suculenta cena, porque en el primer momento que hiciera algo asi demasiadas verdades se gritarian automaticamente en el aire, imposibles de reprimir o acallar.


Se incorporo e incrusto con fuerza el puno en la almohada mientras el odio trepaba por su brazo. La odiaba a ella. Se odiaba a el por saber que en las profundidades de aquel desorden de sentimientos aquello no era cierto. Y entonces la odiaba aun mas.


Ahora sonaba el telefono.


Al otro lado de la linea, silencio.

Llevaba un mes con el movil en la mano, esperando, redactando mensajes que nunca habia llegado a enviar, imaginando su nombre apareciendo repentinamente sobre la pantalla... Nada. Miraba hacia atras, recorria los ultimos dias en su mente y no recordaba haber hecho una sola cosa digna de ser recordada, su verano en una papelera junto al resto de planes y espectativas con las que quiso rellenarlo...

Por fin llamaba, y los pitidos no acababan nunca de sonar. Una vez mas, aquella sensacion de ser un fantasma le abordaba como una ola de agua helada. Y al igual que atrapada por las aguas del oceano, su cabeza daba vueltas.

"Lo ultimo que se pierde es la esperanza", y era cierto, la esperanza era lo unico que le habia sacado de casa, pero cuando por fin decides poner en juego la ultima cosa que te queda, como un pobre desgraciado que, arruinado, ha decidido jugar el contenido de su bolsillo al veintiuno rojo, vives con emocion la espera, con la esperanza alli, aun a tu lado, susurrando segura en tu oido, mientras el telefono sigue sonando, mientras la ruleta aun no se ha detenido y la pequena bola blanca parece detenerse sobre tu unica oportunidad para despertar de la pesadilla... cuando al fin comienzas a sentirte vivo, cuando la fortuna parece volver a estar de tu parte...

Nadie al otro lado del telefono pone fin a tu agonia.
La ruleta se ha detenido sobre el veintitres rojo y el banquero se lleva tu esperanza con el resto de las fichas.

Donde esta ahora esa ventana de la que todos hablan, la ventana que se abre cuando la puerta se ha cerrado en tus narices?

En el interior de Alex ninguna ventana se habia abierto y el aire se arremolinaba atrapado en su interior. Inco las unas en su pecho, donde el dolor crecia insoportable, en el lugar donde ella creia recordar haber tenido corazon algun dia.

No habia respuesta a ninguna de las miles de preguntas que saturaban su cabeza.

Zach no era idiota, y si algo sabia Alex es que el era consciente del dolor que emanaba su silencio. Por que ignoraba sus suplicas? Solo el lo sabia, y lo que estaba claro era que por mucho que deseara hallar la razon, aquello era, y siempre permaneceria siendo, un absoluto y complejo misterio, que mas alla de causarle simple curiosidad, se le presentaba como la clave que daria sentido a aquel rompecabezas que tenia por existencia.

Y ahora, esperanza hecha trizas, un profundo odio sustituia a esta, envenenando poco a poco la sangre de Alex, un odio que la anestesiaba del dolor y la angustia, que se arrastraban convertidos en agua salada entre las pecas de su nariz.


Mientras la noche se hacia a cada paso mas oscura, un relampago encendio el cielo. El olor a tormenta se hico presente a medianoche, pero la torrencial lluvia pronostico un amanecer tranquilo y sin nubes, repleto de olvido y renovadas esperanzas. Con algo de suerte, el sol haria desaparecer el odio como el agua de los charcos, y se lo llevaria lejos flotando entre las nubes.



Aunque solo hasta la proxima tormenta.

(Siento que no haya acentos pero escribo desde un portatil estadounidense. Lo mismo digo de las enes con palito.)

Comprando sonrisas baratas


Aún no he acabado. Ya me entiendes; de levantarme del suelo, de coser heridas...
He comenzado a pensar que es inútil, que me volverás a tirar y si estoy de pié, bien en lo alto, el golpe será peor. Que si se me vuelven a abrir las heridas después de cerradas, más grandes quedarán las cicatrices.
No entiendo cómo, cuando incluso me doy cuenta de lo ilusa que he sido, y juro y perjuro que nunca más volveré a perder la realidad de vista, estoy siendo ilusa.
Haciendo oídos sordos, no escucho cómo mi cabeza araña paredes y desgarra verdades intentando aferrarse a cualquier excusa, a cualquier mentira con voz de sirena, a cualquier sonrisa barata.

Esperar.
Lo único que he aprendido a hacer en cuatro años. Derrocho alma y vida en ello y, sin embargo, sólo hay algo de lo que me sienta arrepentida:

De no abrazarte más fuerte aquella tarde.

Lo sé, es triste.